Finaliza el XXVII Festival Internacional de Música Clásica

«A orillas del Guadalquivir»

Tras ocho intensos días de música clásica internacional, el Festival “A orillas del Guadalquivir” cerró ayer sus puertas a la espera de una nueva edición que contará, sin duda, con novedades y mejoras, a la vista de la experiencia obtenida en esta última convocatoria. Y es que el certamen cultural por excelencia del veraneo sanluqueño cogió por sorpresa al nuevo Equipo de Gobierno, y a su delegada de Cultura, Mariuca Cano, ya que tanto la programación como su consignación económica venían ya impuestas por los anteriores mandatarios municipales.

Poco margen de maniobra han tenido, pues, los actuales dirigentes culturales en esta edición, que ha salido adelante gracias al gran esfuerzo realizado por los técnicos y trabajadores de la Fundación Municipal de Cultura y a la dedicación y entrega de las personas responsables de las diferentes actuaciones que han pasado por el Auditorio de la Merced.

Desde el 31 de Julio hasta el 8 de Agosto han pasado por este escenario diferentes orquestas, solistas y compañías que han deleitado a los muchos melómanos que se dan cita desde hace más de veinticinco años en el verano de Sanlúcar. El concierto inaugural estuvo a cargo de músicos andaluces, aglutinados en la Orquesta “Manuel de Falla”, a cuyo frente, el director jerezano Juan Luis Pérez dio una vez más muestra de una gran seriedad y solvencia artística. Posteriormente el pianista gaditano José Luis Nieto ofreció un recital que comprendía una gran variedad de estilos y compositores, demostrando su gran capacidad técnica. Tras él, la Compañía Lírica Andaluza puso en escena “La Tabernera del Puerto”, zarzuela con música del maestro Sorozábal, que hizo las delicias de los muchos asistentes que se dieron cita para ver y oír esta representación. El director, Arturo Díez, y los cantantes, especialmente el barítono Antonio Torres, fueron triunfadores absolutos de la noche.

El segundo gran lleno del festival vino de la mano de la Compañía Internacional de Ópera de Concerlírica, que representó, con las limitaciones propias de una sala que no reúne todas las condiciones para este tipo de obras, la ópera de Puccini “Madame Butterfly”, que contó con unos solistas y actores bien conjuntados y con una parte musical bien engarzada. Los mismos músicos e intérpretes dieron vida al día siguiente a la monumental “Novena Sinfonía” de Beethoven, donde brilló con luz propia el magnífico coro preparado por Ludmila Estresova, titular de la Ópera de Donekts (Ucrania), premiando el público el esfuerzo de todos los intérpretes, coordinados por el director Vasili Vasilemko, con grandes y prolongados aplausos que terminaron acompasados “por sevillanas”.

La Gala Lírica —prevista en un principio para clausurar el Festival—, a cargo de la Orquesta, Ballet y Coros del Teatro Nacional de Ópera de Donetks, fue una auténtica fiesta que terminó incluso con música española, al regalarnos su director con dos piezas emblemáticas del repertorio hispano: los pasodobles “Suspiros de España” y “Viva España”, a pleno coro y orquesta. Anteriormente, los músicos, cantores y bailarines ucranianos hicieron disfrutar al numeroso público con una selección de arias, coros y bailables del repertorio operístico ruso, entre las que se encontraban las muy conocidas “Eugene Oneguin”, de Chaikovsky, y “El Príncipe Igor”, de Borodin, dos obras en las que, una vez más, el coro demostró sobradamente su gran valía artística.

Para finalizar el festival, el pianista extremeño José María Duque ofreció ayer el recital aplazado (previsto en un principio para el día 3) en el que ofreció la integral de la “Iberia” de Isaac Albéniz. Un programa que pocos intérpretes se atreven a abordar y que Duque fue desgranando con una gran capacidad técnica y artística que dejó boquiabiertos al centenar de asistentes, que oyeron arrobados su depurada y exquisita técnica pianística. Un pianista que dará que hablar en el futuro, pues tras lo oído anoche el Auditorio de la Merced —regaló nada menos que dos propinas, un “Estudio” de Chopin tocado a un ritmo vertiginoso y la “Rapsody in Blue” de Gershwin—,  que superaron aun más si cabe la magnífica impresión dejada por su excelente y —casi— insuperable versión de la obra cumbre del pianismo español de todos los tiempos.

Texto y fotos: Salvador Daza